El ombú bonsai, está integrado por Rodrigo Castillo, Rafael Carlucci y por mí, Nicolás Manzi.
A nuestras ediciones las llamamos ediciones de libros artesanales. ¿Y en qué medida puede un libro ser artesanal? Aprendimos a encuadernar, quizás sin poder recuperar toda la tradición y la cultura de los materiales de la encuadernación, sí remedando en algún modo sus pasos, pero siempre intentando obtener un producto que llame la atención por su singularidad, y claro, por su belleza. Aprender a encuadernar tiene que ver con la convicción de que hay tradiciones que deben ser recuperadas, lo que llamo la razón idílica. Después también está el hecho de que considero importante aprender un oficio, a trabajar con las manos, lo que tuve que llamar la razón práctica.
A nuestras ediciones las llamamos ediciones de libros artesanales. ¿Y en qué medida puede un libro ser artesanal? Aprendimos a encuadernar, quizás sin poder recuperar toda la tradición y la cultura de los materiales de la encuadernación, sí remedando en algún modo sus pasos, pero siempre intentando obtener un producto que llame la atención por su singularidad, y claro, por su belleza. Aprender a encuadernar tiene que ver con la convicción de que hay tradiciones que deben ser recuperadas, lo que llamo la razón idílica. Después también está el hecho de que considero importante aprender un oficio, a trabajar con las manos, lo que tuve que llamar la razón práctica.
El impulso se dio en el año 2008, cuando me instalé nueva y definitivamente en Rosario. Había compuesto un año antes una colección de limericks que llamé Minga! y que quería trazar un mapa pampeano. La fascinación de la pampa, del desierto infinito cuyo paisaje cambió la agricultura, me pareció un tema ineludible para quien toma “la decisión” de dejar de girar e instalarse. Traía este tema un mito originario, el hecho histórico más relevante y que marca el final de un siglo y el comienzo de otro: la llegada de la inmigración a nuestra zona.
Minga! fue la gran excusa para ponerme a encuadernar. Los versitos no importaban, importaba el hecho de ponerse manos a la obra. Tengo que nombrar ese hecho porque es la prehistoria de la editorial. Este año hemos crecido, podemos decir que comenzó la historia. Nuestra línea de publicaciones está en formación, pero por cuestiones de afinidades (los miembros del grupo frecuenta la Facultad de Humanidades) estamos concentrados en literatura y filosofía.
Al hacer los libros manualmente (lo que, creemos, le da un plus al objeto libro, algo que para nosotros fue siempre objeto de fascinación, fuente de placeres y cuidados) no podemos plantear tiradas demasiado grandes, no digamos industriales; por esto ponemos el acento en el hecho de que hacemos tiradas mínimas y hemos encontrado el modo poder hacerlo. Hemos hecho tiradas de 30 ejemplares así como de 200 (lo que nosotros llamamos tirada grande).
Esto nos da la posibilidad a su vez de ir mejorando libro a libro: un error que en una tirada de 20 ejemplares no había sido visto, puede ser evitado en una segunda tirada de 30. También este hecho nos permite no llenarnos de papel que no sepamos que a corto plazo no vayamos a vender. Pero sí es de recalcar que, al tener tiradas tan mínimas, logramos que cada libro sea único, que no tenga otro igual: para esto trabajamos con papeles que nosotros mismos procesamos con técnicas como marmolado o teñido. Nunca se obtienen dos papeles iguales en este proceso, lo que nos permite que lo que conseguimos sea más parecido a una obra de arte, desde el punto de vista de lo singular. Pero bien, no nos consideramos artistas, pero sí artesanos (casi en un sentido medieval).
El resultado final son libros de tapa dura, en cartoné.
Cada libro es único. El proyecto tomó impulso también con la accesibilidad a los libros informáticos. ¿Quién se atreve a leer un libro en la pantalla de una computadora? Y actualmente ¿qué no se consigue a través de la web? Hablamos de libros que pertenecen a la memoria colectiva, clásicos universales, libros que no ¿gozan? de derechos de autor. Libros que apenas se consiguen en librerías (llenas de nuevos libros y más libros y más libros, todos los días nuevos libros, ahora que hay más escritores que lectores), o libros que sí se consiguen, pero que valen más de lo que cuestan, libros libros. Libros en lengua original, que no llegan a nuestro país, o que llegan a un precio irrisorio para nuestro pesificados bolsillos.
Nosotros, que amamos los libros, decidimos que mucha gente más pueda tener acceso a ellos. Pero como no ofertamos (al no tener capacidad operativa, hacer un libro nos lleva varios días), trabajamos entonces a pedido. Nuestro modus operandi es a través de la gente que conocemos, un círculo que confiamos que se irá agrandando a medida de que nuestro trabajo sea bueno, y creemos que lo es. Y a través de las redes sociales de internet, donde podemos mostrar por fotos nuestros “logros”.
En el balance de nuestro primer año figuran los siguientes títulos: Escatografía de Gonzalo Quevedo (el resultado de una escritura experimental del que hicimos 30 ejemplares, todos en posesión del autor), Se nos cayó el sistema de Quique de María (una serie de cuentos, por el autor llamados “humorísticos”, en los que retrata la vida cotidiana sin dejar de atravesar los “grandes temas”: la vida, el amor, la muerte; de este libro hicimos una tirada de 200 ejemplares más una reimpresión de 50).
Uno de los trabajos más importante que hicimos en 2010 fue la encuadernación en rústica del Cuaderno del militante, una serie de textos compilados por especialistas y gente vinculada a la Biblioteca Pocho Lepratti (trabajo en el que recibimos la ayuda de nuestro amigo Diego Koffman). Como el título del libro sugiere, para nosotros fue un trabajo de militancia porque nos sentimos identificados con lo que propone este grupo. A su vez significó poder volver a trabajar con dos amigas, Sabrina Gullino y Jimena Esborraz, que son comunicadoras, diseñadoras y animadoras, que llevan a cabo un trabajo intenso y ejemplar. Sabrina fue una gran impulsora del ombú en 2008, ella diseñó el logo que tanto nos gusta mostrar.
Para el 2011 ya tenemos proyectos y realidades. Además de la reimpresión de Cuentos que soñaron con tapas, ya estamos trabajando en Avión de sopa, de Martín Donatti, una novela de aprendizaje ambientada en Venado Tuerto, que presenta una crítica muy fuerte hacia la sociedad conformista y conservadora tan común en los pueblos del interior; y otro libro que es casi un hecho (ya se gestionó ISBN y todo) es un libro de poesía: Góndola, de Andrea Ocampo, que confiamos será un best seller.
Y estamos en diálogo concreto con otros autores de renombre, pero que sobre todo consideramos amigos y cercanos al proyecto.
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